Habían pasado ya ocho largos
años desde que el América levantara su último título en aquel verano del 2005,
cuando de la mano de Cuauhtémoc Blanco, el “Piojo” López y Memo Ochoa
consiguieran la décima estrella del club, cuando hace apenas dos meses con el
capitán de chocolate, Aquivaldo Mosquera, recibiendo el trofeo nuevamente como
el mejor del país, no lo alcanzó a levantar en una imagen típica de cada
campeonato alrededor del planeta, pues en ese preciso instante le fue arrebatado
por el principal artífice de las Águilas y quien con sus goles regreso a los
aficionados al estadio dándoles innumerables alegrías, Christian “Chucho”
Benítez.
Al término de la temporada
había anunciado su retirada del club luego de lograr el prometido campeonato,
pues sus intenciones siempre las había manifestado de emigrar a otras latitudes
y volar aún más alto en un futbol de más nivel y prestigio, aunque fueron al
final los petrodólares los que lo jalaron a irse a Qatar y no aquella evolución
que anhelaba.
El “Chucho” llegó al América
procedente de Santos de Torreón, donde consiguió un campeonato de goleo y una
liga y con apenas unos cuantos torneos en el nido y aquellas eternas
manifestaciones de quererse ir, provocaron que aunque fuera el consentido por
ser el encargado de convertir los goles, no fuera considerado por la afición un
ídolo como el “Cuau”, Cabañas o Santos, pues no manifestaba ese amor que se le
debe tener a una camiseta como la amarilla, aunque si recalco, que su
profesionalismo, rendimiento y entrega fueron siempre los mejores.
Ahora está considerado
dentro de los mejores cinco extranjeros que han venido a México, junto con
gente del mismo calibre como “Cabinho”, Cardozo, Aguinaga, Reynoso y si por mí
fuera Cabañas también estaría considerado dentro de este selecto grupo, y con
todo y que el “Chucho” solo estuvo cinco años en México, con uno intermedio que
se fue a Inglaterra, es decir, cuatro años le bastaron para ingresar al limbo
de nuestro futbol doméstico.
Para mi forma de ver su
error más grande fue el haberse ido a Asia, pues efectivamente allá pagan muy
bien y muchos futbolistas de gran prestigio lo han hecho antes como Rivaldo o
Roberto Carlos, pero en el ocaso de su carrera y lo hacían para, ahí sí y con
justicia, acarrearle más a su molino, como lo que hacen en le MLS de Estados
Unidos grandes futbolistas como Henry, Márquez o Beckham, pero a sus 27 años
Benítez tuvo que sacrificar un poco lo económico e irse a Europa a seguir
creciendo y llegar al mundial de Brasil en un nivel espectacular.
Ya que si hubo negligencia
médica, que si hubo mucho tiempo perdido para atenderlo ya son cosas que le
corresponden a otras personas esclarecer que de todos modos no van a cambiar el
desenlace de este trágico deceso, que se suma al de muchos otros que han caído
víctimas de las exigencias de este deporte, aunque en este caso aunque el
corazón fue el decidió detenerse, fue por otras circunstancias.
La parte más triste es la
que tiene que cargar la familia, principalmente la viuda y los niños que dejó
intempestivamente, pero así son las cosas de la vida y ya ellos encontrarán la
forma de salir paulatinamente de esta dura prueba que les toca soportar,
esperemos que muy pronto.
Con méritos propios, con una
gran potencia física, desequilibrante regate y descaro para definir al primer
escollo abierto “Chucho” Benítez dejó una huella imborrable dentro del futbol
nacional, pero principalmente en las dos casas que tuvo, la de Torreón y el
nido donde se terminó de consagrar y las diferentes manifestaciones a esta
tragedia así lo demuestran, pues a propios y a extraños, con todo y que fue el
estandarte del club antagónico por excelencia en nuestro país, se han rendido
al tipo de los pantaloncillos caídos, pero que siempre terminaba agradeciendo
con la mirada en el cielo.
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