viernes, 23 de septiembre de 2016

El Clásico del Pedregal nos trae un nuevo capítulo


A propósito del que en mi opinión es el juego con mayor intensidad, dentro y fuera de la cancha del futbol mexicano, el América vs Pumas de mañana, no queda más que recordar grandes encuentros que han hecho de este enfrentamiento uno de esos que marcas desde el inicio de cada campeonato.

Desde mi familia viene la rivalidad, de cuatro hermanos que somos, dos somos americanistas y dos Puuuuumas, siempre fue el juego que dividía a la familia y si contamos a primos, cuñados y anexos, bueno, es un juego que se vive de forma distinta desde hace ya mucho rato, y nunca faltan las apuestas, las victorias y las dolorosas derrotas, de todo en definitiva.

Alguna vez en un duelo en el Estadio Azteca salimos escoltando a mi hermana que llevaba a su hijo de meses (sí, esta loca), y le hicimos un círculo entre mi cuñado, hermanos y amigos para poder salir, porque al término del juego, que la verdad no recuerdo el resultado, parecía zona de guerra en las inmediaciones del "Coloso de Santa Úrsula", los de Pumas vs los de Pumas, los de América vs los de América, los de Pumas vs los del América y la policía contra todos, una cosa espectacular, por fortuna nadie salió ileso (de nosotros claro) y llegamos a casa de una pieza.

Duelos en liguilla, de temporada regular o amistosos, siempre hay cosas en la tribuna que no se viven en ningún otro lado, como cuando a principios de los 90, antes de que llegaran las barras y cuando en CU los buenos eran los de la Ultra, me metí entre ellos de incógnito con mis compañeros de la Prepa 7 de la UNAM (con el enemigo en casa), aquél día ganó América 2-0 con dos goles de Zague y yo en la tribuna solo podía gritar para dentro (sic), ahogando, pero no reprimiendo la euforia que la victoria solo puede causar, una vez más salí vivo y de una pieza.

Fue en un América vs Pumas cuando estaba sentado en una de las escaleras de los pasillos con los pies colgando y un aficionado del América tenía su bandera recargada en su hombro hacia atrás, la cual al darme cuenta que la alcanzaba con mis pies la fui jalando lentamente hacia arriba hasta que me apoderé de ella, minutos después cuando el afectado se dio cuenta de lo ocurrido volteaba hacia arriba totalmente enfurecido y aunque era obvio que yo era el primer sospechoso no se atrevió a cuestionarme, (eso de andar con el pelo largo tenía sus ventajas) y sí, una vez más salí ileso con la bandera echa bolas por dentro de mi playera en la espalda. Para rematar ese día el estacionamiento del Estadio me regaló un cono anaranjado que engalanó mi sala por varios años!

Un día visité el Azteca para otro América vs Pumas con una novia, que hasta ese día era fan del América, no tanto por que le gustara mucho los de amarillo o el futbol en sí, sino más bien por seguirme la onda, aquella fatídica tarde dominical, los Universitarios salieron con la victoria de 3-0, pero el daño fue mucho mayor, desde aquel día esa mujer es fan de los Pumas y lo selló comprándose una camiseta azul y oro a la salida del juego, ese día efectivamente, no salí ileso ni de una pieza.

De todos los capítulos que he vivido en este que sin lugar a dudas es mi encuentro preferido del mundo mundial fue el que se vivió la tarde del miércoles 13 de agosto del 2003 en la cancha del Estadio Universitario, la fecha no la busqué ni nada, la tengo bien presente por varias razones, una ese día era mi cumpleaños y la otra es la que considero mi mejor experiencia dentro de un estadio de futbol y eso que aquel día los Pumas del Bicampeonato de Hugo Sánchez salieron con una sufrida victoria de 4-3.

El Pentapichichi se veía las caras con un viejo conocido de tierras Ibéricas, Leo Beenhaker y en primer tiempo del lado de los felinos se fueron al descanso 3-0 con anotaciones de Verón, Becerra y Lozano, cosa que cambió drásticamente para el complemento, pues Blanco, Pardo y Rojas emparejaron el marcador y finalmente en una gran jugada de Ailton por la banda izquierda mandó el centro para que Kikín Fonseca pusiera cifras definitivas de aquella edición del Derby de la Ciudad de México.

Lo que siguió después de eso fue lo mejor, las tribunas repletas del Universitario vibraban con antorchas (fue de noche el juego) y, gritos, cánticos y hacían vibrar desde sus cimientos Ciudad Universitaria brincando todos juntos y cantando el "Wo yo yo yoy, wo yo yo yoy, el que no brinque es un pollo..." 

Sí, esa tarde no salí ileso ni de una pieza, pero salí con la emoción a flor de piel de comprobar que aún en la derrota se puede gozar y reconocer el esfuerzo de ambas escuadras que se entregaron esa noche como pocas veces lo han hecho, de saber que no siempre la derrota te deja un sabor amargo, ese día no salí ileso ni de una pieza, pero salí, créanmelo por demás satisfecho y agradecido con el futbol en general.