martes, 11 de junio de 2013

Crónica de una bomba poco anunciada


El teléfono sonó y casi sin recordarlo ya estaba listo para un concierto del cual no fue levantado tanto polvo como en otras ocasiones, pero que al final la banda respondió y el evento estuvo lleno hasta las lámparas para ver a los irreverentes Molotov en el Expo fórum de Hermosillo por segunda vez en muy poco tiempo, pues hay que recordar que cerraron hace un par de años el Rockampeonato Telcel, aquel en el que los Buena Vibra Social Sound resultaron los bueneros de esa edición local.

La facha del buen Armando Molina, pero principalmente su experiencia en estas lides y su inconfundible acento chilango hizo que los encargados de seguridad de inmediato nos llevaran hasta las afueras del camerino de Molotov, en donde hizo su aparición un tal Marciano Cantero, vocalista de Los Enanitos Verdes, quién había sido invitado para echar un palomazo en la tierra que desde hace diez años adoptó como base de operaciones, aunque al final pase más tiempo de gira.

Ya dentro del camerino el Marciano sacó su bajo, de manufactura propia y de tan solo 5 libras de peso, lo que traía medio loquitos al Molina y uno que otro agregado que ahí andaba también, y la verdad es que resultaba una muy buena pieza artesanal, que resultó después de varias echadas a perder durante el año que no pudo tocar por la tendinitis que le pegó en el brazo izquierdo.

Al rato fueron llegando los Molotov uno por uno, y cada quién en su pedo, pasaron saludando al Molina y de paso a los que ahí estábamos, que cada vez éramos más, hasta que llegó un momento que estaba lleno el espacio y la neta de haber sido yo los corro a todos porque eso ya era una invasión cabrona y más cuando llegaron los medios de comunicación a una improvisada rueda de prensa, donde resaltaba la poca imaginación de una reportera que hacía preguntas sin sentido, nomás para llenar el espacio de la nota con puras pendejadas.

Finalmente el momento llegó y la banda salió para el escenario donde ya los esperaban los más de seis mil espectadores, quienes corearon cada una de sus rolas –yo en lo personal no me sé todo su repertorio, algunas rolas se me hacen divertidas y hasta ahí-, lo que sí hay que reconocerles a los ya no tan chavitos, es que siguen con muy buena energía y disfrutando lo que hacen, con todo y que lo han repetido miles de veces, por lo que la presentación no dejó mucho que desear.

De a poco fueron pasando todos sus éxitos y los no tan buenos hits, hasta que llegó el momento de  ver en acción al “Enano Mayor” y cuando salía dispuesto a rajarle leña a su bajo suyo de él, pues que dijo mi mamá que siempre no y ñacas nomás no sonó, en chinga tuvo que salir el chavo del staff para darle el del Paco, pero por diferencia de volúmenes, el bajo le llegaba al Cantero hasta las rodillas, pero aún así pudo echarse el Gimme the Power al coro de los fans que bamboleándose de lado a lado coreaban la rolita como si fuera un verdadero grito de guerra.

Después le llegó el turno a Armando Molina de agarrar el de cuatro cuerdas para sonarle al “Puto”, mientras hacía gala del dominio del escenario con sus más de 50 años de carrera, con lo que de inmediato se ganó a la gente que le coreaba, en un momento del concierto, cuando la raza regresó a la banda, o la banda regresó a la raza, porque ya no andaban muy animados, pero cuando inició la rola con su loop rapeado y escupitajo incluido, resucitaron del letargo que les daba las cantidades industriales de cerveza que ya se habían atascado y que los puso a brincar como locos.

Lo mejor de la noche vino al final, cuando al son de “Baila rica nena, sabrocito” la banda sacó sus mejores pasos de salón y más cuando una parvada de más de 20 morritas subieron al escenario para ganarse sus cinco minutos de fama y con sus dotes de teiboleras reguetoneras y con la cadencia de la Rastamandita elevaron hasta el cielo las pulsaciones del público que gozó con los contoneos y hasta hubo la aventada que compartió sus encantos con el mundo, lo que fue del agrado de todos los presentes.

Al final la gente se fue contenta para buscar donde seguirla porque ya la adrenalina estaba en punto de ebullición con lo que fue un buen show, que aunque sea del pan con lo mismo que siempre nos llega hasta este rincón del país, no deja de disfrutarse y más si ya sales con media botella de vodka, cortesía de la banda y unos cuantos litros de chela en la barriga.

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